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Los egipcios y los romanos ya utilizaban salitres o colorantes naturales.

Para que los alimentos mantengan intactas sus propiedades durante más tiempo, se utilizan aditivos autorizados, que cobran importancia creciente en el mercado. Son los llamados coloquialmente “Es”. Yo trato siempre de comprar comida en el mercado local y si no puedo comprar orgánico por lo menos converso con el productor a ver que me dice, como siembra y que me sugire comprar.

El consumidor medio desconoce qué sustancias se esconden tras la complicada nomenclatura de letras y números. Te acuerdas el famoso cuento de la twinkie que llevaba dos meses en la despensa y te la comes y está fresquecita? Bueno diganme si eso no es de Ciencia Ficción.

Si traducimos algunas siglas vemos que responden a sustancias sobradamente conocidas. Por ejemplo, el E-300 es la vitamina C y el E-330 es el ácido cítrico.

Existen cuatro tipos fundamentales de aditivos:

Antioxidantes: Retrasan la oxidación que provocan agente como la luz, el aire o el calor.

El ácido ascórbico (E-300), más conocido por vitamina C, tiene estas propiedades.

Conservantes: evitan la aparición de moho, putrefacción o fermentación. Inhiben el crecimiento de los microorganismos que producen estos fenómenos. Por ejemplo, el ácido sórbico (E-200).

Potenciadores de sabor: usados frecuentemente en los platos cocinados. El más conocido es el glutamato sódico (E-621), sustancia presente de forma natural en algunos alimentos vegetales y animales.

Correctores de la acidez: limitan o añaden acidez. El más conocido es el ácido cítrico (E-330).

Fuera de esta clasificación encontramos otros como los edulcorantes, espesantes, estabilizantes, emulgentes, gelificantes, antiapelmazantes, etc.